viernes, 21 de noviembre de 2008

Abuelas y abulia (6)


(Se detuvo un momento y escuchó atentamente a su alrededor, como tratando de posicionar a las habi-tantas de la casa. Las abuelas parecían estar o bien dormidas o fuera de la masía pues sus tacones no sonaban por ningún lado, la música del agua que sonaba en el baño más próximo a sus alcobas situaba a Mercedes bajo el chorro de la ducha, se atrevió a entrar. Dejó cuidadosamente la maleta metálica en el suelo y empujando delicadamente con el codo la puerta se abrió paso. Fin de la quinta parte.)

Sexta Parte.

Se detuvo junto a la cama que ocupaba Mercedes, se sentía incómodo, había algo a su alrededor que no encajaba, se sentó junto a la almohada. Al levantar la mirada del suelo por primera vez desde su entrada comenzó a sentir frío, en lugar de fuera venía de dentro de él aquel frío, recordó la cena que la noche anterior le habían preparado las abuelas, trató de concentrarse en lo que había comido, pensó en tortilla de patatas, pensó en embutidos caseros, pensó en morcillas de arroz y de puerro, pensó en huevos fritos con patatas y en pimientos, verdes fritos y rojos asados, en bacalao, recordó una merluza frita que sin duda era fresca y capturada con anzuelo.
No podía ser toda esa comida en una sola cena, quiso entonces posicionar en aquella enorme cocina a las abuelas, trató de recordar el sistema por el que se movían, quiso fijar su esfuerzo memorístico en la abuela Dolores, que parecía que era la que mandaba, le pareció recordarla con distintos vestidos y en distintos lugares de aquella maldita enorme cocina.
Una desazón le recorrió el cuerpo, notó una descarga de energía negativa que fue desde la punta de los dedos de los pies hasta la coronilla, empezó a sudar, se percató de que las paredes estaban cubiertas de fotos y recuerdos de Mercedes. ¿Como había llegado todo eso allí? ¿Acaso Mercedes había pasado la noche anterior entera poniendo fotos en las paredes de un lugar en el que no habían de hacer mas de tres noches?
Se levantó de la cama, quiso coger una en la que salían los dos, parecían quererse, se rompió un poco por detrás, llevaba tiempo allí pegada esa foto, Raúl se mareó, se sentó de nuevo, esta vez en el suelo.
Era él el de la foto, sin duda, pero no recordaba haber llevado barba y ...
¿que hacían abrazados frente a la masía?
Había engordado mucho desde aquella foto, no era reciente.
Comenzaba a delirar, él mismo se lo comentó al otro Raúl en una conversación paralela consigo mismo, reconocía a la primera esta ingobernable dualidad de pensamiento. Lo recordaba de la época anterior a la militancia, de cuando las cápsulas de metalitubrofeno eran sus únicas compañeras, de cuando el mundo era anterior a Mercedes, de cuando todo era una mierda y no quería enterarse de que no era cierto. No vio el gas.

Cuando Mercedes entró Raúl ya no estaba consciente para disfrutarlo, una toalla grande y blanca envolvía el pelo rojizo que tanto le gustaba acariciar a él mientras otra mas pequeña y oscura apenas cubría el infinito espacio que iba desde aquel lunar que Mercedes ostentaba junto al pezón derecho hasta aquella pequeña hendidura con forma de sonrisa que delimitaba el paso desde los muslos hasta su sexo. Mercedes subió a Raúl a la cama con esfuerzo, había engordado como un cerdo. Cerró la puerta y se acostó a su lado. Cerró los ojos que dejaron escapar una lágrima. Esa noche dejó que el gas la llevara junto a su amor.

Fin de la sexta parte.

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