martes, 28 de octubre de 2008

Abuelas y abulia (3)

(-Los ojos son míos...- dijo Begoña.
Ramira le regaló una mirada asesina que hizo a Begoña bajar la cabeza hasta donde su papada le consintió.
Fin de la segunda parte.)

Tercera Parte.

Cuando ya había pasado un rato desde que dejaron la casa, tiempo después de haber perdido de vista la masía en el retrovisor, la montaña les conducía en su camino por rutas de ensueño. Sólo entonces pudieron hablar de nuevo, a los dos les dejó mal cuerpo la salida de la casa y había algo en la despedida de las abuelas que les inquietaba.

El habló primero.

- Me dan miedo esas viejas. No volvemos ahí.

Ella se le quedó mirando un momento, su expresión era extraña, él no la había visto nunca antes y se sorprendió. Mercedes volvió a mirar la carretera y tras respirar hondo por fin se dispuso a soltarlo.

- Tenemos que volver, lo he dejado allí.

Raúl no supo que decir, estaba desconcertado. La primera norma que se aprendía al entrar a formar parte de un equipo de trabajo, como les gustaba llamar a los comandos a sus jefes, es que había que llevarlo siempre encima.
Pero no era eso lo que le descomponía, se habían roto sus esquemas y aunque hacía tiempo que había comenzado a notarlo, sólo se había dado cuenta ahora, con efecto retroactivo eso si.

Pasaron unos minutos hasta que fue capaz dejar de apretar el volante con todas sus fuerzas y por fin pudo hablar.

-Está bien...- respiró - no entiendo nada, pero está bien. Dormiremos esta noche allí por última vez.

En verdad, hacía unos días que Raúl había notado en Mercedes un comportamiento extraño. Las conversaciones parecían ser como siempre, ella defendía los argumentos de la causa como siempre, aquellos que hicieron que cuando se los expuso a Raúl por primera vez, él se enamorara perdidamente de ella, pero en su voz notaba que algo le estaba inquietando. No quiso pensar.

Siempre había sido un hombre vehemente, no existía otra razón por la que se pudiera explicar su pertenencia al comando. No era por ella, se conocieron cuando él ya había tenido que abandonar su vida, familia y amigos por "la causa" o como ya decían algunos entre murmullos cuando se reunían, "la puta causa". Había sido por eso, por atacarse, por querer solucionar algo que después se dio cuenta que no era tal problema, era por eso que medía tanto la lectura que extraía de la voz y la mirada de las personas cuando hablaban con él. Y medía con nadie más que con Mercedes. La quería demasiado como para equivocarse, pero algo pasaba.

Mientras las abuelas, trataban de escarbar entre las cosas de la pareja que habían quedado en las habitaciones, en la maleta de ella vieron una caja metálica cerrada que no se atrevieron a forzar.

En el coche, a Raúl le dio un escalofrío que casi les saca de la carretera, Mercedes le miró, él volvió a ver su mirada de siempre, se tranquilizó.
Les esperaba un día largo y no pensó mas en el error de Mercedes.
Paró el coche, a su derecha había una antena que observaron detenidamente, se miraron cómplices y arrancó. En el cruce que había apenas avanzando cincuenta metros, giró a la izquierda. Raúl sintió hambre.

Fin de la tercera parte.