sábado, 26 de julio de 2008

Parece... pero no.

Al menos se lo parecía a él, por más que intentara convencerse de lo obvio. Se multiplicaban ante su corazón de cristal las ilusiones que sus ojos y cerebro dividian hasta convertir el resultado en cero, que era la única cifra cierta en su contador de correspondencias.
La primera vez que vió los zapatos en el escaparate supo que no eran para él. Tenían demasiado tacón y eran demasiado elegantes para poder ser calzados por unos pies feos y peludos como los suyos.

¿Por qué sueñas en lugar de mirar antes de cruzar la calle?

Sin que haya manera de explicarlo como sucede ciertamente a menudo con determinados sucedidos incomprensibles, aquellos preciosos zapatos de terciopelo se quedaron con él, y se hicieron felices al principio, él cuidaba de sus adorados izquierdo y derecho y ellos cuidaban de él.

Asi estuvieron algún tiempo, sus amigos le envidiaban, siempre le decían a él cuando salía que se calzara aquellos preciosos tacones de terciopelo que tan bién parecían sentarle cuando los veían acurrucados junto a los pies de él, ronroneando y acariciando con su delicado terciopelo oscuro el faldón de aquella horrible butaca de cuero verde en la que él malgastaba su vida sentado.

Pero él sabía que no podía. Para los delicados zapatos era mas fácil, él significaba para ellos una clase de bienestar parecido al que dicen que proporciona un animal de compañia tal como un perrillo o un gatufo y ni siquiera se les había jamás pasado por la cabeza la posibilidad de ser calzados por aquellos pies descuidados y gordos que por otra parte tan sólido soporte les suponían en sus dificiles mañanas en las que se despertaban sudorosos recordando su pasado de pasarela, la época del vino y las rosas...

Y para él era distinto.
Tantas curvas y yo sin frenos, pensaba...

Sabía que era una vespa corriendo el Paris-Dakar, tratando de subir gigantescas dunas de arena con sus ruedas de triciclo. ¿Por que? Pues por la misma razón que se hicieron siempre las cosas mas absurdas y grandiosas jamás hechas, por amor, y por el peor amor de todos además, el amor propio...
Una vespa negra de 123 centímetros cúbicos, vieja y con el asiento retapizado en marrón caca de ganso, enamorada de unos manolos de terciopelo.

Saberse en desventaja le protegía, pero sólo al principio, hasta que aquella caricia le derrumbó aquella noche concreta. A partir de aquel instante eterno de amor minimalista algo cambió para siempre dentro de su pulmón izquierdo. Algunos vecinos cuentan que hace tiempo que cada noche en casa de él se oyen ruidos de como si centenares de copas de cristal de bohemia cayeran desde un imaginario aparador.

Pero entonces todo cesó, él se fué, desapareció. Hay quien cuenta que se marchó tras enterrar en un bosque cercano su corazón roto en pedacitos de colores, igual que una litrona en la plaza de un botellón un amanecer de domingo de vermouth y suplemento dominical.

No se sabe, el caso es que nadie le vió mas...

Por cierto:
Los hermanos Rapunsen han vuelto de vacaciones y todo retorna a la normalidad, se quieren otra vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Por que cruzo la calle la Senora Maricarmen????" ... Porque lo deseaba!!! Sonar es el principio de todo..."